Desde que conocí el tierno y suave retoño de tus ojos, me has impactado, llenado la vida de raros momentos cálidos y confusos, eras apenas un brote en el bosque en ese entonces, el tiempo como la vida han pasado por nuestros caminos, algunas veces confundiéndonos más, otras dándonos las oportunidades que habremos sabido tomar o dejar, las tormentas han dejado estragos en mi camino, los ríos de sudor nublando mi vista me han hecho correr, y las lagrimas de sangre bloquearon mis oídos para poder no escuchar los pálidos lamentos de la vida, la cual me llamaba a disfrutar de los festejos del nuevo día, pensando en alejarme de tu recorrido, he caminado por senderos sinuosos, llenos de vegetación, pero siempre pudiendo observar el día en que pudiera contemplar tu amanecer luego de estar al abrigo de la luna contándote los secretos que nunca podre quizás decirte, me has enseñado en silencio muchas cosas de la vida, que no se puede desear lo que no es debido, y como el león no puede comer una manzana me siento yo, que sin ser león no puedo agarrar lo que está al alcance de mis manos se encuentra, sostenido por un muro invisible que no me deja librar los pensamientos que llevo guardados tanto tiempo en donde la luz de ningún ser ha llegado aun, más sabia es la naturaleza del muro que nos separa estando tan juntos a veces, que he de pensar en conformarme con solo ver la copa de tus pensamientos y poder secretamente admirar el tierno y suave retoño de tus ojos.
Que alientos acurrucaran tus delicados sueños en las noches sonámbulas de primavera, quien recorrerá tu historia sentado en amargos recuerdo de otoños pasados, al compas del aliento de fresco de tu lujuria sobria y oculta, como será el contorno de tu vida en los años por venir llenos de penas y alegrías, todo eso y mucho más desearía contarte, pero mientras exista un muro al cual no quiera romper, mis deseos se quedaran donde los he dejado descansar en paz
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